___________________________________________________________________________________________
CENTENARIO DE NUESTRA IGLESIA PARROQUIAL
Rosa M. Ramos, 1960
La Iglesia Parroquial, donde han recibido, sucesivamente, las aguas del bautismo,
varias generaciones de sagüeros, edificada fue a mediados del pasado siglo, por efecto de las constantes gestiones del teniente
coronel del Ejército Español don Joaquín Fernández Casariego, con el presto y fervoroso concurso de un conspicuo grupo de
vecinos que inspirados en tal propósito se constituyeron, oficialmente, bajo la denominación de “JUNTA PARROQUIAL”,
a la que de manera desprendida, secundaron todas las clases sociales de la localidad, con valiosas donaciones y aportes efectivos.
Entre los más fervientes propulsores de la obra, figura el que fuera ilustre convecino don José María Rodríguez de los Heros.
La realización del proyecto respondió con creces, conforme se esperaba, a la magnitud
del noble empeño. Y puede consignarse, con legítima satisfacción, que esta obra ha sido reputada siempre, de un valor exclusivo,
por razón de un original y afinado conjunto arquitectónico, revelador de una técnica culta y avanzadaapreciarse la influencia
del arte renacentista inglés. Ninguna vieja construcción de carácter eclesiástico, exceptuando desde luego catedrales y conventos
– de suyo monumentales y suntuosos -, presenta en nuestro país el sello de elegante sobriedad que avalora a esta Iglesia
de Sagua; amén de la maciza y recia solidez que la defiende contra los rudos embates de la naturaleza; circunstancia harto
probada, por cierto, frente a la realidad física de los no pocos torbellinos que han azotado la comarca en el transcurso de
los cien años que lleva de erigido el inconmovible y majestuso edificio.
El estudio de la obra fue presentado por un ingeniero belga, de apellido Couspeire,
a quien seguidamente hubo de confiársele la ejecución de la misma (Detalle que no hemos
podido confirmar documentalmente, pero que merece referirse, en consideración a las fuentes de donde proviene y que, honorables y serias, constituyen un veraz testimonio). Cuéntase
que la preparación de los cimientos sobre que estriba toda la planta, dió lugar a una muy ardua y dilatada labor, a causa
de las condiciones cenagosas del subsuelo; pero ante tales trastornos y dificultades, extremáronse cuidadosamente las medidas
de precaución, hasta llegar a un perfecto y concienzudo dominio del problema. Lo invertido en la edificación ascendió, según
datos todavía existentes, a la cantidad de sesenta y cinco mil pesos (65,000.00) aparte de los donativos recibidos en materiales
y del valor del terreno y otras generosas dádivas de consideración.
El aspecto exterior de la mansión católica impresiona y atrae, y diríase que los
sagüeros la contemplan con profundo sentir, como admirando en ella el preciado relicario que guarda, en nombres y fechas,
la vida de un pueblo, y despierta en cada alma risueños ecos de la edad primera…
Al atravesar el umbral del bello vestíbulo y cerrando la nave del centro, aparece
un alto cancel, labrado en madera fina del país, con primorosas tallas alegóricos. Este celebrado mueble, compuesto de anchos
bastidores plegadizos unidos por medio de bisagras de luciente metal, suele ser abierto, de par en par, en los días solemnes
del rito. Eran de idéntico material, y notables también por el clásico estilo de su envestidura, los primeros confesionarios
que, dentro del religioso recinto – al pie de los muros laterales que lo limitan – y como discretamente aislados
en místico y recogido ambiente, brindaran a la contrición humana un remanso de confortación y alivio…
Las amplias naves del templo tienen capacidad para albergar en su seno a los feligreses
de toda la ciudad y aún del territorio parroquial en junto.
El altar mayor, de blanca piedra marmórea, fue labrado en los Estados Unidos,
de donde vino expresamente a colocarlo uno de los artífices que tomaron parte en el delicado trabajo. La imágen de la Purísima
Concepción, que se alza en su fondo, es una escultura de reconocido mérito, cincelada en Europa.
En apartado local, dispuesto al efecto y situado a la izquierda del cuerpo interior
de la basta edificación, hállase instalada la simbólica pila bautismal, esculpida en bloques genuinos de Carrara, excelente
material cuyo empleo prefirieron los expertos constructores, en toda la demás
ornamentación a su cargo, celosos de no quebrantar la armonía de la forma. Es así, que puede verse el propio afamado mármol,
en lo que constituye el púlpito y el sagrario, los cuales ostentan, además, en torno suyo, un rico barandaje metálico de estructura,
con finos realces de plata sobredorada en las artíticas portecillas que, rematando la vistosa balaustrada, señalan los puntos
de acceso a tales lugares del culto. Y como de un raudal de alburas impolutas surgen adheridos a las severas pilastras que
forman la arcada en que descansa el abovedado interior, seis recipientes o pilas para agua bendita, obra escultórica de tono
menor, pero las líneas impecables.
El cuadro que se encuentra junto al baptisterio es un magnífico óleo, representando
el Bautismo del Salvador. Esta joya pictórica, de extraordinario mérito, pertenece a la escuela flamenca, y se debe al pincel
del artista holandés Jos Correns. Fué donado por una persona católica que quiso ocultar su nombre (El donante de dicho cuadro – según informes adquiridos en fuente fidedigna por la autora de estos apuntes -,
fue don Juan Van der Kieft, holandés, casado con una dama perteneciente a prestigiosa familia sagüera).
Las campanas, tanto la mayor – “La Serafina” -, como las otras
tres, son de un bronce muy compacto y muy sonoro. Y el magnífico reloj cuya maquinaria se haya instalada en el campanario,
luce en el tímpano del frontispicio una amplia y visible esfera de cristal, que durante la noche se destaca iluminada por
un potente foco eléctrico.
En la mañana del 19 de febrero del año de 1860 tuvo efecto la solemne ceremonia
de la inauguración del templo católico de Sagua La Grande, acto precedido por un alegre y prolongado repique de campanas.
“Su elegante fachada” – dice una crónica de la época –
“su espacioso pórtico, sus bellísimas puertas de hierro con preciosos relieves representando atributos religiosos; sus
colosales columnas a guisa de gigantes que sostienen el frontón de la hermosa fachada; sus inmensas bóvedas que inspiran respeto
y admiración; su piso de blanco mármol, su pila bautismal, su imponete prebisterio
con hermosísima escalinata y fina baranda de hierro dorado, y con un admirable altar que por su forma, su exquisito trabajo
y sus valiosos materiales no conoce quizá rival en la isla; todo, en fin, en raro y sorprendente conjunto, contribuía a realzar
esa grata sensación que nos causa la visión de un objeto sumamente hermoso”.
Presidió la solemne ceremonia de la inauguración, el Obispo Diocesano, acompañados
de otros altos dignatarios de la Iglesia Católica. Autoridades civiles y militares, corporaciones, personas notables de la
localidad y el espontáneo concurso de todas las clases sociales, hicieron aquel acto brillante y conmovedor.
La religiosa comitiva se dirigió al antiguo y derruido templo, a fin de trasladar
la Custodia y Sagrada Forma a su nuevo Sagrario. Colocada la Majestad, se celebró por vez primera en el hermoso edificio el
Santo Sacrificio de la Misa, en cuyo acto oficiaron como Preste Diácono el señor Canónigo y Secretario de Visita don Federico
G. D. Escoubet; el Cura actuante de esta población y, ocupando la Cátedra del Espíritu Santo, el jóven orador sagrado Presbítero
Luciano Santana.
En 1861 fue separada la Iglesia de Sagua La Grande de la feligrasía de Quemado
de Güines – que era la matriz – constituyéndose, por Real orden de 21 de octubre de 1860, en parroquia de ascenso.
Con tal motivo vino a esta localidad el Presbítero Juan E. Martín, cura de la Magdalena, para dar posesión del curato de ascenso
de Sagua, al Presbítero Francisco Lirola Rubio, acto que se llevó a cabo con gran solemnidad. El Padre Lirola, pues, ofició
desde 1861 hasta su fallecimiento, que ocurrió en esta ciudad en 1887.
|